SILENCIO/S

expo silenci albert bayona brRicard Aymar - Albert Bayona - Ferran Blancafort - Félix Blume - Carme Garolera - Pep Mata - Ignasi Villares
Exposición a cargo de Jordi Tolosa
26.01.2018 – 07.04.2018

Inauguración, viernes 26 de enero a las 19 h

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Fotografía: Las Saladas, 2012. Albert Bayona

 


SILENCI/S

Una aproximación de diferentes artistas plásticos al concepto de silencio, desde la fotografía hasta la instalación.

Ricard Aymar - Albert Bayona - Ferran Blancafort - Félix Blume - Carme Garolera - Pep Mata - Jordi Tolosa - Ignasi Villares

Los espacios físicos. El silencio como vacío.
El silencio desde una vertiente física y corpórea. Hablar de ese “corte” entre el sonido y el no sonido. Entre el sonido y el silencio.

El silencio y la naturaleza
El espacio-territorio versus el individuo. La mirada al exterior y la contemplación del paisaje sin la presencia del ser humano. La potencia del vacío como generador. Notar la ausencia es un comienzo de analizarla.

El silencio individual
El individuo enfrentado a sí mismo, con la atención puesta en el más profundo, esencial y generador silencio.

La sociedad
El lenguaje y el silencio como elementos vertebradores del pensamiento, la cultura y el arte.

El silencio de la muerte
El vacío, la ausencia y la pérdida. El final de la vida y la relación con lo que queda. El silencio como elemento de inicio y final.

El silencio es el trasfondo en el que se proyecta la potencia de la palabra. Es su condición indispensable a pesar de su naturaleza profundamente diferente. No puede haber palabra en el ruido verbal o mental. Desconfiamos a menudo de la palabra por su capacidad de manipulación. Tenemos pruebas constantes y fehacientes en los discursos que emiten la mayoría de ámbitos de poder. En muchas ocasiones, lo que parecen argumentos racionales, nobles y dignos ocultan y disfrazan los intereses más inconfesables. Pero el silencio también puede ser un instrumento de manipulación o uno de sus efectos. Pensemos en la desdichada propensión de las dictaduras a silenciar al disidente o a censurar y aleccionar la producción cultural.

El silencio dentro del grupo, por ejemplo, suscita una intriga que puede ser usada en beneficio propio. En definitiva, el significado del silencio está condicionado en buena medida por el contexto en el que se sitúa y su valoración puede ser positiva o negativa dependiendo de las circunstancias. De igual manera, no resulta en absoluto idéntica la dicotomía silencio-palabra o silencio-sonido que la del silencio-ruido. No obstante su diversidad de significados y valoraciones, el silencio parece menos manipulable que la palabra. Sin el silencio no hay palabra, como decíamos anteriormente, pero sin palabra puede haber silencio. Este últimos precede y sucede a la existencia del individuo. La palabra como expresión de la vida humana está abrazada por el silencio en su principio y final. La palabra y la vida no serían más que un paréntesis dentro del silencio. Su carácter preliminar y conclusivo hace que nos parezca más consistente, más permanente que la palabra y que nos pueda inspirar más confianza. También nos da confianza porque a menudo somos conscientes de los límites de las palabras y de los conceptos que vehiculan. Casi siempre somos prisioneros de las ideas que nos hacemos de las cosas. Como afirman diversas corrientes espirituales de oriente, los conceptos-palabras encapsulan la realidad y no reflejan correctamente la corriente continua y cambiante de los acontecimientos ni tampoco de la infinidad de matices que componen lo concreto y único por tu tendencia a crear categorías generales. El silencio sería pues, la orilla firme desde donde ser consciente del continuo flujo mental y emotivo del psiquismo según los principios básicos de muchas de las prácticas de meditación.

Precisamente por su carácter no verbal y no discursivo el silencio permite trascender, ultrapasar las carencias de las palabras, permitiendo que aflore en la experiencia un presente de plenitud gracias a la atención debidamente focalizada en cada instante del propio proceso psíquico; gracia a vaciarse de aquello que es accesorio, ruidoso. Vaciándonos nos llenamos. La palabra define, acota, establece una rotunda diferenciación entre el sujeto que habla y el mundo que es objetividad cuando se describe. La atención en el silencio es unitiva y abole, ni que sea por un momento, esta vieja dicotomía entre sujeto y objeto, permitiendo fundirnos con lo que estamos viviendo, como a menudo experimentan los artistas en su trabajo creativo. Crear es, quizás, meditar actuando sobre la materia desde el silencio interior. El arte se pronuncia sobre el hombre y el mundo, sobre lo que es real y sobre los que es soñado. Es equiparable a la palabra. En este sentido, la obra que más auténticamente representa el silencio es aquella que no ha nacido, aquella que no existe; pero a pesar de resultar bastante sorprendente, es perfectamente lícito hablar sobre el silencio con palabras o con las obras de arte.

Vivir el silencio es quizás la mejor manera que tenemos para hacernos una idea de la eternidad entendida como la ausencia de temporalidad. En un rato de silencio (a pesar de estar incrustado en el tiempo), el primer minuto y el último tienen idéntico carácter. En su transcurso no se produce ningún tipo de narratividad o secuencialidad y eso hace que sus componentes indiferenciados lo acerquen por similitud a la calidad de aquello no-creado, que estaría fuera de la sucesión inexorable de los acontecimientos. Se trataría, pues, de una analogía, no solo porque es imposible alcanzar el silencio absoluto en el tiempo vital (siempre habrá un opaco latido del corazón y el leve murmullo de la respiración) sino porque el silencio invoca la esencia desde la existencia y ambas realidades son radicalmente distintas. Esta aparente conjunción paradójica de esferas antitéticas pondría de manifiesto aquello que muchos poetas y místicos llaman lo inefable, es decir, aquello que no se puede explicar con palabras.

I. Villares

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